15.7.05

Indigentes circulares

Una vez mas les presento una historia nacida de las horas de trabajo de Agus, mientras nadie lo llama ni lo requiere.
Y asi seguimos con esta serie de cuentos, que lograran que mi blog no muera definitivamente por falta de ideas y de interes de los lectores. (Confieso que ya no le insito que haga su propio blog, asi no deja de proveerme contenidos.)

De chico, siempre pensaba planes viables para vivir en la indigencia. Sospechaba que podría quedarme huérfano y, al no tener parientes cercanos que pudieran darme cobijo, necesitar de estas especulaciones.
Siempre que salía a dar un paseo reparaba en los múltiples espacios que la ciudad ofrecía para estás prácticas. Un oscuro pórtico, un inmenso almacén (en donde la vigilancia jamás podría requisar todos los espacios), alguna casa abandonada; muchas eran las opciones.
Pero mi favorito, el que había sido elegido para esos días, era el terreno baldío que había a dos cuadras de mi casa. Más que un refugio, era una nueva dimensión. El aire se respiraba enrarecido y las plantas crecían allí como en ninguna otra parte. Me fascinaba la manera como discontinuaba el paisaje de mi barrio. Si continué buscando alternativas fue solo por temor a que alguna intervención humana destruyera su habitabilidad (en aquel entonces no había comprendido realmente la esencia del lugar).
Pasaron los años y mi obsesión respecto a estos refugios se fue diluyendo; o más bien, reemplazando por otras. Hasta que por el barrio apareció un indigente.
Tenía un aspecto excesivamente avejentado y triste. Estaba también muy sucio pero este rasgo no me repugnó en lo absoluto. Todos los planes de mi infancia volvieron a mi mente en segundos, lo cual me obligó a seguir al indigente para descubrir su guarida.
Recorrí tras él gran parte de la ciudad, al llegar la noche confirmé lo que sospechaba desde que empecé a seguirlo: se dirigió a la calle sin salida. Tal vez por sentirme violado corrí desesperadamente tras él, pero al entrar al saltar el alambrado no encontré a nadie. El lugar ya no poseía la belleza con la que lo admiraba hacía años, sino que se había transformado en una zona oscura y opresiva.
Volví a casa toque timbre pero mi madre me atendió como a un completo desconocido.
- quien es usted joven??
- soy yo mamá
- disculpe, está equivocado. Yo jamás tuve hijos
Y cerró la puerta.
Me retiré confundido, rumbo al baldío. En la esquina un niño se escondía atrás de un árbol. Recuerdo que me había estado siguiendo desde temprano.



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